
Lo reconozco, hace mucho que no juego a Dark Souls. Recuerdo mi última partida allá por 2018, cuando terminé mi tercera vuelta a Dark Souls 3 y me puse con otras cosas; montones de juegos que tenía pendientes (y sigo teniendo…) porque era incapaz de soltar el mando y salir de Lordran, Drangleic o Lothric, los mundos donde se desarrolla la trilogía «Souls». Y lo conseguí, quedé libre y me puse al día con varios títulos pendientes de jugar… Hasta hoy.

Elden Ring es un juego que muchos llevábamos tiempo esperando. ¿Un nuevo juego de From Software en colaboración con R.R.Martin? ¿Dónde hay que firmar? La idea no podía ser más jugosa, y por suerte ha terminado cuajando en un título que, bueno, ya habéis visto las notas que se ha llevado: una enorme batería de dieces por doquier. From Software no decepciona; a sus espaldas queda un legado que ha hecho escuela, y toda esa experiencia adquirida en los últimos años se ha condensado en el título que nos ocupa. Un «Souls» digno de su nombre, un juego espectacular que nos invita a perdernos en su mundo.

Aunque aún no he podido completar el juego (ahora mismo llevo unas tres horas), quiero escribir unas brevísimas primeras impresiones para todos vosotros. La gente a veces habla sobre el poder de las primeras impresiones, y hay algo de verdad en ello; la primera impresión arrastra, tiene fuerza, nos permite jugar con la imaginación pensando en qué habrá más allá, en el fondo; definitivamente, como dijo J.K . Rowling: una buena primera impresión puede hacer maravillas. Así sucede con Elden Ring. Desde el mismo menú del juego, Elden Ring me ha embriagado con una ambientación de fantasía oscura como ya nos tiene acostumbrados la saga. No quiero entrar en detalles sobre el menú de edición de personaje, ni sobre las clases; seguro que ya estáis hartos de leer sobre ello. Más bien, quiero dirigir la atención al momento en que Elden Ring te libera en su vasto mundo, dejándote solo ante la aterradora inmensidad.

¿Reconocéis la captura anterior? He decidido incluirla aquí por una buena razón. Cuando puse mis pies en Hyrule en Breath of the Wild, supe que nada volvería a ser lo mismo. Las tierras de Hyrule me abofetearon en la cara con una libertad que dejaba en ridículo a todos los juegos de mundo abierto hasta entonces. Era allí donde Nintendo se hacía grande, donde se sabía superior en todas sus facetas y presentaba ante el jugador un mundo abierto que no solo era descomunal, sino denso y plagadísimo de rincones dignos de explorar. Pues bien, no he vuelto a tener esa sensación hasta hoy, cuando Elden Ring me ha arrojado a las Tierras Intermedias y estas se han presentado ante mí con un bofetón de libertad que ya creía olvidado. Hay algo de Zelda aquí, en su manera de exponer su mundo, pero esto es un Dark Souls IV de manual y no puedo estar más contento con el resultado. El mundo de Elden Ring, lo poco que he descubierto hasta ahora, me ha maravillado. Su banda sonora, melancólica y relajante, la ambientación encapotada y gris con pinceladas de luz… Las imágenes no hacen suficiente justicia, y menos aún estas palabras.

He deambulado por las Tierras Intermedias lo necesario para darme cuenta de que este «Dark Souls» con otro nombre es mucho más de lo que parece. Guarda en su interior montones de secretos que susurran al jugador, que lo atraen como sirena al marinero, para humillarlo con trampas mortales y recompensarlo debidamente si sabe cómo salvar el escollo. Por ejemplo, hace un momento me encontraba cabalgando por la noche cuando, en un puente, ha aparecido ante mí un Caballero Nocturno, un imponente minijefe con pinta de Parca, negro como el hollín, que me ha humillado salvajemente. Solo aparece por la noche, así que ya daré cuenta de él tarde o temprano. Escribo esto a modo de ejemplo, porque son muchas las sorpresas que he tenido en mis tres horas de juego: catacumbas escondidas con minijefe , guaridas, ruinas… hasta un cofre teletransportador que, sin yo quererlo, me ha llevado a unas minas de dificultad infernal.

En resumen, son muchas las sensaciones que he tenido en estas pocas horas; una abismal vuelta de tuerca a una fórmula que todos conocemos, que expande el concepto de la saga y lo catapulta a extensiones impensables. Me recuerda a Breath of the Wild por cómo se presenta ante el jugador, pero cuando me he puesto a deambular por las Tierras Intermedias me he topado con la realidad: esto es Dark Souls; esto es la culminación de un estudio que sabe cómo destruir al jugador para luego reconstruirlo.