Un exmilitar y dos demonios entran en un coche… Parece un chiste, pero es parte del gameplay de Sandland, el último título de ILCA y Bandai Namco. Las últimas semanas he podido disfrutar de este videojuego basado en uno de los trabajos del fallecido Akira Toriyama. Este juego adapta, con algunas variaciones, la misma historia que podemos encontrar en el reciente anime de Sandland, emitido en España por Disney+.

Podéis encontrar Sandland en Xbox Series X|S, PlayStation 4, PlayStation 5 y PC.
A blast from the past
Pero, ¿de dónde sale Sandland? Sandland es un manga emitido entre el 22 de mayo del año 2000 y el 28 de agosto de ese mismo año, en la revista Shonen Jump. Asimismo, este manga se puede adquirir en un solo tomo en vuestras tiendas de confianza. Lo curioso viene cuando 24 años después de su escritura, han decidido traerlo a la animación y al videojuego con una ampliación de su trama.

El sherif Rao decide aliarse con el príncipe demonio Beelzebub para ir en busca de un manantial legendario que pueda reabastecer de agua a la población. Sandland se ambienta en la región de Sandland (valga la redundancia), aunque tampoco es la única zona que alberga esta historia.
Los carismáticos, y fácilmente reconocibles, diseños de Akira Toriyama convierten la IP en un caramelo en las manos hábiles de Bandai, que tiene un don para traer a gráficos de ordenador los diseños de anime. Por otra parte, que la región sea un gran desierto con ciudades y seres varios, da pie a poder construir un título de mundo abierto atractivo.

La propia historia original se vale de vehículos tanto para el desplazamiento, como para el combate. A falta de recibir el oneshot para leerlo, puedo decir que el videojuego añade varias capas adicionales para hacerlo más atractivo a los mandos. Con múltiples pueblos nuevos y vehículos con funciones diferentes, el gameplay gana puntos. Asimismo, si bien la historia que cuenta es la misma que el anime, se toma la libertad de incluir nuevos personajes, pequeñas subtramas y algún cambio en el desarrollo de los hechos. Aunque no llega a alterar los pilares de la trama.
Embraga y pon segunda
Como os decía, la historia de Sandland hace uso de varios vehículos, que se ven ampliados en el videojuego. Desde coches, a tanques; un buen puñado de vehículos nos acompañan en esta aventura. Y no estamos ante «mismo perro diferente collar», sino que cada vehículo ofrece diferente movilidad, además de acceso a lugares nuevos. Pues al más puro estilo Pokémon, estos dispositivos motorizados que vamos fabricando nos ofrecen formas nuevas de explorar el terreno.

Todos estos bólidos debemos fabricarlos mediante esquemas y piezas que recopilamos. De esta forma, la historia principal nos pide conseguir determinados vehículos para avanzar. Sin embargo, hay una serie de esquemas adicionales que suponen versiones mejoradas de algunos de los anteriores, o formas alternativas. Si os gusta coleccionar y personalizar, Sandland ofrece un buen puñado de opciones en este aspecto.
Por un lado está la personalización visual mediante colores y pegatinas. No obstante, también podemos cambiar las armas y componentes del vehículo. Esto hace que el aspecto visual cambie también. Cabe destacar que para acceder a las personalizaciones más avanzadas es necesario cumplir misiones secundarias específicas, para conseguir a los NPC que puedan hacer dichas personalizaciones.


En cuanto a la sensación al volante, es bastante satisfactoria. El movimiento constante en los combates los hace muy dinámicos. Asimismo, el sistema de disparo conduciendo es divertido y sencillo de dominar. Teniendo en cuenta que estamos en un RPG, la dificultad es siempre relativa al equipamiento y nivel. Por suerte, no me he topado en ningún momento con muros que me forzasen a subir de nivel para seguir. Todo está bastante bien medido para disfrutar del juego a nuestro ritmo.

Más allá de las dunas
Como buen mundo abierto RPG que es Sandland, tenemos un buen puñado de asentamientos, misiones secundarias y personajes que conocer. Aunque podemos resumir la mayoría de misiones en repartidor o eliminación de plagas, también ofrecen siempre recompensas útiles. Puesto que disponemos de un pueblo en ruinas que podemos ir mejorando, estas misiones son clave.

Con las misiones secundarias podemos captar diferentes NPC que traen negocios y opciones nuevas a nuestra base de operaciones. Además, en alguna que otra misión, se nos ofrecen opciones de diálogo que desencadenan en finales alternativos. Siendo estos finales más o menos felices. Si bien no afectan a la historia principal, sí que tienen un pequeño impacto en nuestro asentamiento. Es de agradecer que un juego reaccione a nosotros, al menos de vez en cuando.
En nuestro asentamiento, Spino, tenemos el taller donde fabricar y mejorar los vehículos, pero también nuestra propia vivienda. Si nos cansamos de recorrer las dunas y combatir, podemos ampliar y decorar nuestro hogar con una buena colección de muebles y pintura. Como los SIMS, pero con el príncipe de los demonios.
Por todo el mapa hay pequeñas cuevas, ruinas que hacen de minimazmorras y jefes que abatir. Aunque el paraje esté desierto, no se siente vacío. Este tipo de videojuegos tiene un factor personal importante. Al igual que puede pasar con Dragon Ball Z Kakarot, que os guste la IP, hace mucho para que os guste el juego. Puesto que se siente como una extensión de la historia, una puerta para sumergirnos en el mundo de esa obra audiovisual que tanto nos ha gustado.

A todo lo comentado previamente podemos añadirle algunas secciones de sigilo. Estas pueden formar parte de la campaña principal (por desgracia). El sistema de infiltración es bastante simple. Los soldados rondan, y si nos ven de cara a cierta distancia, nos pillan. Sin embargo, si nos movemos rápido podemos superar estas zonas sin ser especialmente sigilosos.
Por otra parte, podemos asaltar las bases de las facciones que pueblan el juego para encontrar combates contra jefes secretos. Asimismo, los propios monstruos tienen versiones alfa especiales. Posiblemente, los combates contra jefes sean la parte más divertida de Sandland.
Aunque, personalmente, el minijuego que más me gusta son las carreras. No es extraño encontrarnos con una serie de circuitos y desafíos de velocidad en un juego donde los vehículos son un pilar fundamental. Desde contrarreloj, a retos de carreras y disparos, es muy divertido pisar el acelerador.
Beelzebub Príncipe de los demonios
A la práctica el único personaje jugable es Beelzebub. Este es quien se pone a los mandos de los vehículos y al que podemos controlar también a pie. Si bien tenemos varios árboles de habilidades para los diferentes protagonistas, las habilidades de los compañeros son para recibir ayuda o activar ataques. El resto del tiempo es el príncipe quién se lía a puñetazos.


Cabe decir que el combate cuerpo a cuerpo es funcional, incluso ofrece combos y esquiva, pero se ve opacado por el combate con vehículos. Puesto que en muy pocas ocasiones tendremos restringido el uso de estos. El propio juego nos insta a que usemos robots cuando nos encontramos con jefes y enemigos en grupo.

En cuanto al propio personaje, desborda personalidad. Un joven príncipe de 2500 años de edad que insiste en que es el mal encarnado, puesto que se va a la cama sin lavarse los dientes. Pero que nunca mata a nadie, y siempre está dispuesto a tender la mano al necesitado. El auténtico señor del mal.

Conclusión
Sandland es un parque de atracciones para los fans del manganime homónimo y para cualquier fan de Akira Toriyama en general. El título ofrece un sistema de combate sencillo pero divertido. La historia es lo bastante variada como para mantenernos expectantes todo el tiempo. A nivel visual estamos ante otro trabajo impecable de Bandai. Sin duda han encontrado la tecla adecuada para hacer adaptaciones gráficamente hermosas. No es oro todo lo que reluce, y Sandland desaprovecha el combate cuerpo a cuerpo, y lo convierte en un mero trámite obligatorio de tanto en tanto.