«El nuevo RPG de Bethesda sabe cómo hacernos sentir parte de su cosmos y brilla con fuerza en una de las representaciones de la ópera espacial mejor conseguidas».

Que a estas alturas de la vida uno sea capaz de emocionarse jugando, es un lujo que no todos pueden permitirse. Los que llevamos mucho tiempo en el mundillo de los videojuegos sabemos bien lo difícil que es sorprender con nuevas propuestas, porque los veteranos pensamos que lo hemos visto todo, y ya nada nos emociona. Y tal vez sea verdad, porque aquí en la redacción de RPG Spain hemos jugado a un centenar de juegos de rol, entre otros tantos videojuegos de diferentes géneros. Pero que Bethesda siga teniendo la habilidad de hacernos sentir parte de sus creaciones de una forma tan característica, ay amigo, eso es algo que no cambia.
Porque hay algo que los chicos de Bethesda saben hacer muy bien, y esto es, así mismo, la mayor alabanza que le podemos decir a cualquier desarrolladora: la capacidad de sumergirnos en una aventura colosal y que sus elementos resulten verdaderos, creíbles y divertidos. Starfield es así. Presenta su universo -nunca mejor dicho- de una manera única y que es marca de la casa, dando al jugador libertad total para recorrer esta vez no solo una región, sino más de mil; un firmamento maravilloso lleno de misiones, peligros, aventuras y toneladas de detalles elaborados de forma exquisita.
No obstante, Starfield es una obra que tiene sus contrapesos, ciertas limitaciones y ambigüedades jugables a las que el tiempo le ha pasado factura. ¿Quieres saber qué nos ha parecido? Prepárate un café, porque vamos a caminar por el Campo Estelar.


Veinticinco años en el horno
Se dice pronto, pero Starfield es la primera IP nueva de Bethesda en 25 años. En todo este tiempo, los de Rockville nos han llevado de la mano por Cyrodiil, Skyrim o el Yermo en una interpretación maravillosa de los juegos de rol. Y esta vez, tras ocho años de desarrollo, Bethesda mira a las estrellas para ofrecernos la oportunidad de surcar el firmamento como nunca antes en la historia de la compañía.
En Starfield, nos enfundamos el traje de un explorador espacial que deberá recorrer el cosmos en busca de unos artefactos místicos. Como bien sabéis, la historia principal en los RPG de Bethesda es tan solo la punta de un enorme iceberg que, bajo su superficie, esconde cientos y cientos de misiones y divertidísimas subtramas. Sin embargo, no quiero dejar pasar la oportunidad de alabar a Bethesda por una de las campañas más interesantes que hemos visto en sus juegos, con una filosofía del cosmos muy especial y cuyo desenlace fascinará a todos los amantes de la ciencia ficción.

Como contrapunto, debemos señalar lo extremadamente simples que son algunas de sus misiones, con los típicos «corre ve y dile» habituales de muchos otros juegos. Llama la atención lo poco que Bethesda ha evolucionado aquí desde Skyrim o Fallout, pues el diseño de misiones de la campaña es, en términos generales, demasiado plano. A pesar de todo, la historia tiene suficiente «punch» como para mantenernos enganchados hasta llegar al final, con unas líneas troncales bien escritas y un villano bien definido que nos obligará a tomar ciertas decisiones una vez lleguemos a los puntos clave de la trama. No esperéis ningún cambio dramático que ramifique el argumento, pero se agradece tener cierto margen para cambiar algunos elementos.
Un universo de posibilidades
Dicho esto, y dejando a un lado el argumento principal, Starfield no tarda en hacernos entrar por la puerta grande a su vastísimo y rico universo. Como decíamos antes, uno de los mejores piropos que se le pueden echar a un RPG es el de ser inmersivo a más no poder, y no os hacéis una idea de hasta qué punto Starfield puede adueñarse de tu alma.


Cuando un equipo de diseño se propone la tarea de construir un mundo de juego, el objetivo final debe ser que el jugador crea que es parte de él. Bethesda lo logra en cada uno de sus juegos, y creemos que con Starfield lo han vuelto hacer, usando como lienzo un diseño «NASA Punk» – en otras palabras, una filosofía de diseño que recoge elementos actuales y los traslada al contexto futurista- que ha sido creado con una pasión por el detalle pocas veces vista. Resulta increíblemente llamativo que todo contenido del juego esté destinado a hacernos creer que de verdad somos una diminuta molécula en un enorme firmamento que se extiende hacia el infinito para ser disfrutado de maneras distintas.
Hay opciones para aburrir. Dedicarse al contrabando, ser un asesino a sueldo, un cazarrecompensas, un granuja amigo de lo ajeno o un explorador son algunos de los roles que podemos adoptar. Las posibilidades son muchas, y para todas ellas hay recompensas y misiones específicas como para hacer descarrilar un tren. Aunque no todas sus facciones-los clásicos gremios, vaya-, ofrecen el mismo equilibrio de calidad porque aquí, de nuevo, se prima la cantidad desorbitada en el número de misiones. Esto genera cierta irregularidad, como ya decíamos antes, pero teniendo en cuenta la desproporcionada ambición del estudio con este título es algo que se puede llegar a comprender.

Como ya ocurría en Skyrim -entre otros juegos del estudio-, la posibilidad de perderte en Starfield es la mayor recompensa para aquellos que le dediquen su valioso tiempo. Sí, puedes recorrer su galaxia completa en libertad y vivir cientos de aventuras, y lo más bonito de todo es que cada jugador vivirá su experiencia personal de descubrimiento. Esto es algo que en los títulos de Bethesda destaca sobre la experiencia construida por el estudio, esas sensaciones que cada jugador percibe en cada planeta visitado, en cada evento fortuito, o en cada ciudad; la historia personal que cada uno se forja y que vive a su manera.
Descubriendo el cosmos
Hablando de descubrimientos, Starfield pone a nuestra disposición una galaxia -más bien, una gran parte de ella-, para perdernos y disfrutar. Se ha hablado mucho de los números de Starfield, y estos no engañan: más de mil planetas, lunas y otras superficies para explorar con libertad. Y sí, es cierto que podemos surcar el cosmos con nuestra nave o explorar a pie los diferentes planetas en su totalidad, pero toda esta exposición de recursos jugables tiene un «truco» bajo la manga.

El problema es que, a pesar del mastodóntico tamaño del juego, Starfield es un juego encorsetado en secciones. Se ha hablado mucho de la cantidad de pantallas de carga que diseccionan los escenarios del juego, por ejemplo a la hora de explorar a pie los planetas o las ciudades. Estas últimas se dividen en sectores a los que podemos acceder con sus correspondientes pantallas en negro, e incluso ocurre también en comercios y otros espacios cerrados más pequeños. Muchos de ellos están separados por estos pequeños tiempos de carga -afortunadamente, son 2 o 3 segundos-, y esto, en un principio, puede llegar a mermar la fluidez de la exploración. Por supuesto, esto no acota la libertad que ofrece el juego, pero nos habría encantado que no existieran estos «contratiempos» -entre comillas, ojo-.
Respecto a los planetas, una vez aterrizamos se genera un enorme escenario donde podemos pasar mucho tiempo a pie buscando las ubicaciones que se generan de forma procedural. La realidad es que existen unos muros invisibles si nos alejamos mucho del epicentro, pero en nuestro caso, en ningún momento nos hemos topado con estos límites de manera involuntaria por dos motivos: el primero, porque la porción de terreno generada alrededor de la nave es enorme, y segundo porque, cuanto más nos alejemos, más dispersos y escasos serán los puntos de interés, como si el propio juego quisiera obligarnos a permanecer en las cercanías de nuestra nave.
No obstante, queremos hacer una llamada a la calma, porque cada planeta y escenario de Starfield es lo suficientemente grande y tan lleno de detalles que es una gozada descubrirlos. Existen miles de detalles en las ubicaciones -ya sean cuevas, laboratorios, fábricas o asentamientos, por no hablar de las decenas de decorados «hechos a mano»- que nos mantendrán pegados a la pantalla. Para nosotros, la exploración a pie nos ha parecido tan satisfactoria como en otros títulos de la compañía, sino más, puesto que la escala de Starfield es mucho mayor.
Claro, es imposible construir ubicaciones totalmente distintas en los más de mil planetas que tiene el juego, pues esto llevaría un gasto de recursos y de tiempo desorbitados. Es probable que, pasadas unas cuantas horas, algunos de los laboratorios, bases y otros escenarios aleatorios se parezcan mucho entre sí -ya pasaba en Skyrim con las cuevas-, y este es el único «pero» que podríamos poner a la exploración a pie.


No podemos decir lo mismo de la exploración en el espacio. Aunque nunca se promocionó a Starfield como un simulador de pilotaje, nos ha chocado ver lo poco atractivo que resulta orbitar alrededor de los planetas con nuestra nave. Este escenario, la órbita, es un espacio muy grande donde podemos combatir -ya llegaremos a eso más tarde- contra ciertos enemigos y facciones, pero la representación jugable de la exploración espacial es tan pobre que llama nuestra atención. Las distancias son enormes, y gráficamente el cosmos está bien representado, pero no hay mucho que hacer «ahí fuera» salvo que en algún sistema específico exista una misión concreta y debamos atracar en alguna estación espacial. Básicamente, el espacio alrededor de los planetas es una antesala más antes de tomar tierra donde, como mucho, aparte de los combates, podemos entablar conversaciones con alguna nave, y salvo que Bethesda añada más contenido a posteriori, no pasaremos volando mucho tiempo. Por cierto, tampoco podemos aterrizar en tiempo real -de nuevo, más pantallas de carga-, ni viajar a otro planeta manualmente, cosa que nos habría gustado.
El clásico rol de Bethesda
Starfield es, ante todo, un RPG. Y como juego de rol nos ha encantado cómo se han gestionado las características propias del género. Para empezar, contamos con un completo editor de personajes que nos permite crear a nuestro alter ego según nuestra imagen y semejanza, además de añadir un trasfondo personal que nos permite rolear según la situación. En nuestro caso, por ejemplo, elegimos ser un granuja al que han puesto precio a su cabeza, y nos han sorprendido los eventos aleatorios ligados a nuestro contexto así como los diálogos adicionales generados por la IA.

Por otro lado, el árbol de habilidades de Starfield ofrece herramientas verdaderamente útiles. Y queremos señalar esto, porque en algunos RPG hemos visto cómo algunas «perks» están de relleno o son inútiles, cosa que no ocurre en el RPG de Bethesda. Nuestro personaje no solo puede especializarse en combate, pilotaje, ciencia o persuasión, es que, además, las habilidades desbloqueadas pueden tener peso en algunos diálogos. No podemos sino encomiar el tremendo fondo de roleo que los chicos de Bethesda han construido aquí. Por si fuera poco, antes de desbloquear una habilidad concreta existen ciertos requisitos que debemos satisfacer -por ejemplo, si queremos aumentar nuestra capacidad de persuasión, debemos ganar algunas discusiones antes- lo que consigue que subir de nivel siempre sea entretenido.
Tampoco se queda atrás el sistema de crafteo, con muchísimas opciones para personalizar las armas y el equipo. Pasaremos muchísimo tiempo recolectando ingredientes y otras provisiones para mejorar nuestras estadísticas, y lo mejor de todo es que este elemento está tan unido a la exploración que se hace muy divertido. Los escenarios están llenos de objetos útiles -y otros no tanto- que podemos guardar en el inventario y que, seguramente, tengan alguna utilidad si descubrimos su uso.

Y como en todo RPG, la salsa está en los personajes y misiones secundarias. Starfield no solo no defrauda, sino que nos ofrece algunas de las cadenas de misiones más emocionantes que hayamos visto en mucho tiempo, así como unos personajes bien construidos con los que es fácil empatizar – Sam y su hija son un bien ejemplo de ello-. La carga narrativa se presenta como es habitual en los juegos de Bethesda, con conversaciones en primer plano. Nos habría gustado ver una evolución en la forma de elaborar la narrativa, pero esto no ha cambiado mucho desde Fallout 4.
Nos ha gustado muchísimo el lore y el trasfondo histórico que Bethesda ha escrito para Starfield, como la Guerra Colonial entre las CU y el Colectivo Freestar, que sirve como telón de fondo para todo el enramado argumental del juego. Casi todas las misiones, incluso aquellas que sirven como excusa para ir de punta A a punto B, tienen alguna reminiscencia a eventos significativos dentro del guión. Esto cohesiona de forma armoniosa todos los elementos argumentales de Starfield, y de verdad da la sensación de estar viviendo en un universo rico en detalles.
Conquistando las estrellas
Ahora bien, ¿qué tal se siente Starfield a los mandos? Pues en líneas generales, aprueba con nota. Aquellos que hemos jugado a Fallout 4 no tardamos en percibir que el nuevo RPG de Bethesda bebe directamente de su anterior trabajo, si bien ahora las mecánicas de disparo y coberturas han sido pulidas para la ocasión. Starfield no es un shooter puro -como tampoco lo era Fallout -, y es evidente que no cuenta con la agilidad de otros títulos especializados en ese género. Sin embargo, funciona muy bien y es divertido tanto en combates cercanos como a larga distancia.
En cuanto a los enemigos, la IA ha sido programada para que estos huyan al verse superados, pidan refuerzos y sepan -más o menos…- encontrar cobertura. No son los enemigos más inteligentes a los que nos vayamos a enfrentar, pues a veces se generan situaciones realmente cómicas, pero al menos no da la sensación de estar disparando a muñecos andantes.
Para hacer frente a toda esa banda, contamos con un gran número de armas a nuestra disposición -ya sabéis, el clásico repertorio entre escopetas, rifles, metralletas, pistolas…- que podemos mejorar si hemos desbloqueado las habilidades necesarias, así como varias categorías de proyectiles y otros efectos añadidos que, como buen RPG, Starfield pone a nuestro alcance.


Además, se ha añadido una escala vertical mayor para afrontar los desafíos, pues la mochila propulsora y los planetas con poca gravedad nos permiten hacer cabriolas en el aire y saltar largas distancias. Nos ha parecido divertidísimo -y muy acertado por cuestiones de diseño- contar con espacios en gravedad cero que nos permitan combatir desde cualquier posición. Estos combates están muy inspirados y son de lo mejor del programa.
En cuanto a las batallas espaciales, estas también resultan muy divertidas. El manejo de la nave es totalmente arcade, y puede tomar tiempo hacerse a su peculiar control. Pero una vez dominado, los combates en el espacio se sienten contundentes y gratificantes. No esperéis un completo simulador espacial más allá de redirigir la energía del núcleo a los diferentes sistemas -armamento, escudos, motores…-, pero la intensidad de algunos combates junto a la puesta en escena de sus hermosísimos escenarios convierten esta parte del juego en un elemento sustancial de la jugabilidad. Lástima de una IA que, de nuevo, en ocasiones es un poco tonta.

Respecto a las naves, Bethesda ha incorporado un completo editor en el que podemos construir la nave de nuestros sueños. Las posibilidades son muchísimas -ya circulan por internet diseños muy locos-, y nos ha encantado la perfecta recreación de nuestras construcciones en pantalla. Es un autentico gustazo recorrer el interior de las naves que hemos construido y ver cómo todos los módulos encajan en perfecta armonía artística. Por cierto, hay muchos módulos diferentes, así como armamento para equipar, y todo ello afecta a la velocidad, la maniobrabilidad y a la masa. Esto repercute en gran medida en la jugabilidad y nos ha parecido todo un acierto.
Otro punto clave -al que nosotros no hemos podido dedicar todo el tiempo que nos hubiera gustado, sinceramente-, es la creación de puestos avanzados. Tenemos la posibilidad de crear nuestra propia base, pero el alcance de esta herramienta no se queda ahí. Es posible diseñar autenticas fábricas autónomas para esquilmar recursos a las que podemos asignar miembros de nuestra tripulación, lo que nos permite generar una fuente adicional de ingresos y convertirnos en auténticos magnates del comercio si invertimos la suficiente cantidad de tiempo. Como mencionábamos unos párrafos atrás, las posibilidades de Starfield son inmensas.
Diseñando el cosmos
No queremos despedir este análisis sin quitarnos el sombrero ante el derroche de calidad en su diseño artístico. Más allá del apartado gráfico -ahora llegaremos a esa parte-, el apartado artístico de Starfield es una de las mayores demostraciones de talento de toda la industria.
Todo, absolutamente todo está recreado con una desproporcionada pasión por el detalle. De verdad, resulta increíble entrar en una ciudad como Neón o Akila y observar cómo no existe ningún elemento dejado al azar. Todo está ahí por una razón: conseguir que el jugador se sienta realmente dentro de una ópera espacial sin precedentes.


Las facciones están claramente identificadas con sus diseños específicos y paletas de color. Los rótulos de los establecimientos, los módulos de nuestras naves, los edificios, mesas de trabajo, estaciones espaciales… no tenemos suficiente espacio en este texto para explayarnos, pero creednos cuando decimos que el diseño artístico de Starfield es algo que no se ve todos los días, y refleja el verdadero amor que le tiene Bethesda a su obra.
Mención especial tienen los planetas. Sí, muchos de ellos están desérticos, pero incluso aquí, en la soledad del cosmos, han conseguido crear una ambientación soberbia. Cada planeta tiene sus biomas, incluso existen varios biomas diferentes en un solo planeta dependiendo de la zona de aterrizaje. Bosques, montañas, llanuras de polvo y el vasto infinito en el firmamento conforman uno de los mejores aspectos del juego. Nos sentiremos como auténticos exploradores allá donde vayamos.

Por cierto, queremos dedicar un párrafo a hablar de la ciencia que existe en Starfield. Aunque es un juego de ficción, el equipo de diseño se ha documentado muy bien para recrear las atmósferas y biomas de acuerdo con la posición de los planetas respecto a su estrella. Es impresionante, incluso, que hayan representado la atracción gravitatoria de cada planeta o estrella utilizando líneas de ondulación en el mapa. Por no hablar, además, de que las órbitas giran en tiempo real mientras estamos explorando a pie, y podemos ver cómo las lunas cambian su posición según avanza el tiempo. Esto, junto con los cambios atmosféricos específicos de cada planeta, y la recreación fidedigna de cada atmósfera -o falta de ella- suman una coherencia que hace de Starfield un RPG espacial verosímil, creíble y coherente.
Respecto al apartado técnico, Starfield es un título sólido en su conjunto, pero tiene algunas sombras. Respecto a los escenarios, no tenemos ningún tipo de queja. Las texturas tienen un nivel altísimo y la iluminación global está muy conseguida. Todos los materiales, especialmente el metal o los tejidos de los trajes espaciales, están trabajados para que parezcan creíbles y coherentes con el conjunto artístico, y todo se percibe robusto y bien detallado. Hemos jugado a la versión de Xbox Series X, que lo ejecuta a 30fps que se sienten fluidos excepto en alguna situación concreta, como al caminar por alguna ciudad llena de NPCs.

No obstante, algunas animaciones faciales de los NPC pueden afear la experiencia. No podemos ser tajantes en este aspecto teniendo en cuenta la magnitud del juego, ya que Starfield es mucho mayor que Skyrim, por ejemplo. Pero resulta llamativo, de nuevo, la poca evolución existente respecto a anteriores juegos de la compañía en aspectos clave como la narrativa visual, con personajes que a veces parecen inexpresivos y cuya sincronización labial respecto a su voz es inexistente.
Hablando de animaciones, es destacable que la vista en tercera persona sea, esta vez, una opción muy apetecible si queremos optar por ella. Los RPG de Bethesda siempre han adolecido de una cámara lejana tosca y con animaciones pobres, pero esta vez han conseguido que afrontar el juego desde esta perspectiva sea una opción válida y disfrutable.

El apartado sonoro también destaca con unas composiciones magistrales que terminan por rematar la atmósfera de juego. El trabajo de Inon Zur es soberbio y sabe captar la esencia de la exploración extraterrestre, así como meternos en faena cuando la acción lo requiere. Otro punto clave es el doblaje al castellano, con una gran cantidad de interpretaciones de calidad.
Una maravillosa interpretación de la ópera espacial
Enfrentarnos al análisis de Starfield ha sido todo un reto. Hemos dedicado muchas horas a disfrutarlo con calma, pues había mucho que contar, y aunque seguramente habrá detalles que se nos hayan quedado en el tintero, creemos que este texto hace justicia a la calidad del título.
Starfield, como programa, tiene unas taras que afean el conjunto: una jugabilidad seccionada por demasiados tiempos de carga, la casi inexistente exploración en el espacio, o unos NPCs que no distan mucho de los que hemos visto en otros títulos de Bethesda. Todo esto es muy cierto.
Pero Starfield, como RPG de ciencia ficción, es uno de los juegos más completos, emocionantes y divertidos que hemos jugado en mucho tiempo. La maravillosa emoción de descubrir, de dejarse llevar por los misterios del firmamento; vislumbrar una puesta de sol en el horizonte de un planeta desconocido, descubrir una base pirata en medio de la nada y verse, sin querer, envuelto en una trama compleja que nos lleva de acá para allá para destapar un complot que puede afectar a la humanidad. Sentirse perdido, y encontrar aventuras hasta debajo de las piedras. Construir tu propia nave y combatir a los piratas espaciales, y por qué no, unirte a ellos y hacerte un nombre temible.

El Campo Estelar de Bethesda es una experiencia que todo amante de los juegos de rol, y especialmente de la ciencia ficción, debe disfrutar al menos una vez en la vida. La belleza visual de su conjunto y la ciencia aplicada detrás de todo ese diseño, así como las emociones que despierta descubrir su universo lo convierten en uno de los juegos más notables de la generación.
“Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán… en el tiempo… como lágrimas en la lluvia. Es hora de JUGAR.”
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